top of page

Raimundo PINAR

Copyright Director at Grupo Anaya - Spain

Rai peque.jpg

Publishers play a significant role in education. Society needs to value and understand the importance of this work.

Publishers’ business activities account for a significant share of the economic activity of European Union countries. Publishing companies’ employees, the different suppliers required by publishing activities, the investment in new pedagogical and technological developments for teaching and education and, of course, the authors are part, both directly and indirectly, of this publishing activity.

In Spain, at all levels of teaching, whether regulated or not, publishing activity creates content and products that must comply with and adjust to the curricular, territorial, technological and pedagogical requirements that are legally established. In this way, the quality of content is controlled, the role of the teacher is facilitated and, above all, the learning and comprehension of the students and their right to education is guaranteed.

All this is done within a market economy in a very competitive sector, where the publisher has to present its content and products to a particularly demanding consumer. The promotional task to reach as many students/teachers/users as possible carries a significant expense and is carried out subject to strict codes of ethics.

Especially important in the relationship that the publisher establishes with authors, is the diligence in defending their creations, because they are the "soul" of their activity. And as "managers" of these "creations", publishers should seek to make the most of their activity to provide them with fair remuneration for their effort.

From the above, we all benefit, publishers, authors and society in general. Putting limits or exceptions to intellectual property, which impede mutual benefit, especially damaging authors' income, is a direct attack on "creative work". It is essential to compensate and reward the work of publishers and creators so that the value chain, from which many workers and their families live, does not break down.

Raimundo PINAR, Director de derechos de autor en Grupo Anaya

Las editoriales desempeñan un papel relevante en el ámbito educativo. Es necesario que la sociedad valore y comprenda la importancia de esa labor.

Las editoriales generan una actividad empresarial que supone una importante cuota de la actividad económica de los países de la Unión Europea. Los trabajadores de las empresas editoriales, los distintos proveedores que requiere la actividad editorial, la inversión en nuevos desarrollos pedagógicos y tecnológicos al servicio de la enseñanza y la educación y, por supuesto, los autores forman parte, tanto de forma directa como indirecta, de esa actividad editorial.

En España, en todos los niveles de enseñanza, reglada o no, la actividad editorial crea los contenidos y productos que deben cumplir y ajustarse a los requerimientos curriculares, territoriales, tecnológicos y pedagógicos legalmente establecidos. De esta forma, se controla la calidad de los contenidos, se facilita la labor del profesor y, sobre todo, se garantiza el aprendizaje y aprehensión del alumno y su derecho a la educación.

Todo esto se efectúa dentro de una economía de mercado en un sector muy competitivo, donde el editor ha de presentar sus contenidos y productos a un consumidor especialmente exigente.  La tarea promocional para poder llegar al mayor número posible de estudiantes/profesores/usuarios conlleva un importante gasto y se realiza sometida a estrictos códigos deontológicos.

Especialmente importante en la relación que el editor establece con los autores es la diligencia en defender sus creaciones, pues ellos son el “alma” de su actividad. Y como “gestores” de esas “creaciones”, los editores deben procurar obtener el mayor beneficio posible en su actividad para proporcionarles una justa remuneración a su esfuerzo.

De lo anterior, nos beneficiamos todos, editoriales, autores y la sociedad en general. Poner límites o excepciones a la propiedad intelectual, que impidan el beneficio mutuo, perjudicando especialmente los ingresos de los autores, es un ataque directo a la “labor creativa”. Es imprescindible compensar y remunerar la tarea de editores y creadores para que no se rompa la cadena de valor de la que viven muchos trabajadores y a sus familias.

bottom of page